Pulgarcita es un libro publicado originalmente en francés en 2012 por el filósofo e historiador de la ciencia Michele Serres, docente en la Universidad de Stanford desde 1984. En la portada del libro podemos encontrar la silueta en código QR de las manos de “La creación de Adán” de Miguel Ángel. En una entrevista, el autor confiesa que fue hecha así e incorporada al libro con la intención de representar a la creación de un nuevo mundo dominado por la codificación.
Detrás de esta imagen inicial, Serres nos va perfilando a lo largo del libro el personaje principal: Pulgarcita, no llamada así por el cuento infantil, sino por su capacidad de utilizar con gran destreza sus pulgares para enviar SMSs a todos su amigos pulgarcitos. Pulgarcita es estereotipadamente una mujer –gran conquistadora de la escuela y del mercado de trabajo–, nacida en los 90’s, que vive en la ciudad, estudiante y con todo el conocimiento del mundo en el bolsillo del pantalón. Esta joven no ha padecido los grandes sufrimientos de la vida, no pasará hambre, no tendrá frío, ni sobrevivirá grandes pestes y fácilmente vivirá hasta los 100 años. Su nacimiento fue programado y crece en aulas donde el multiculturalismo es la regla. Tiene una mente diferente a la de sus ancestros, a sus padres y a sus abuelos, pues el uso de la red “no excita las mismas neuronas ni las mismas zonas corticales que el uso del libro”. Su lengua ha igualmente cambiado y sus oficios han mutado.
El saber se ha materializado históricamente: de la palabra al papiro, del papiro al libro, y del libro a Internet, en donde el conocimiento no está concentrado, sino distribuido y objetivado, accesible a todos. Paralelamente, la pedagogía ha ido cambiando con estas transformaciones, salvo ahora, donde las instituciones comandadas por personas “próximas a la jubilación” siguen modelos ya caducos. Las instituciones pierden fuerza y significancia social al no satisfacer las necesidades de las nuevas generaciones de pulgarcitas y pulgarcitos:
“Nosotros los adultos hemos convertido nuestra sociedad del espectáculo en una sociedad pedagógica que eclipsa la escuela y la universidad con su competencia vanidosamente inculta (…) los medios se han apropiado hace mucho tiempo de la función de la enseñanza.”. Pero aún hay esperanzas, porque el observador pasivo de la televisión se ha convertido en el internauta activo.
Pulgarcita nace en este mundo convulso y nace como un nuevo ser humano. Serres utiliza como metáfora al obispo Denis, condenado a ser decapitado en la cima de lo que hoy conocemos como Montmartre. Los soldados, perezosos de subir a la cima, decapitaron a Denis a mitad de camino, para luego huir despavoridos cuando el santo descabezado se alzó para terminan el acenso. Pulgarcita tiene igualmente su cabeza en las manos. Su intelecto, su cognición, se encuentra exteriorizado en dispositivos electrónicos con mucha más capacidad de almacenamiento que su mente. Según Serres, la originalidad y la innovación se ocultan en el vacío translucido sobre el cuello de Pulgarcita, no como los pseudo-innovadores que “se apresuran a buscar el libro electrónico, cuando lo electrónico todavía no se ha librado del libro”. Y es justamente éste el problema de instituciones como la Escuela, que es incapaz de formar estas nuevas generaciones decapitadas, sin afán de acumular conocimientos y con deseos de reinventar el mundo.
Para regenerar las instituciones es necesario crear desorden: Aristide Boucicaut, fundador de Le Bon Marché, la primera tienda por departamentos de Francia, aumentó sus ventas cuando en vez de colocar los productos en las categorías organizadas de siempre, las distribuyó sin orden y en completa serendipidad. De tal forma que la mujer que fue a buscar los puerros del almuerzo, salió comprando también lencería de seda. Serres propone utilizar el mismo concepto de serendipidad en la organización de los departamentos y de los despachos universitarios, obligando así a dialogar filósofos con economistas, economistas con matemáticos, matemáticos con psicólogos, etc. Se trataría de adoptar una forma más acorde con los nuevos tiempos y dejar las categorizaciones y las clasificaciones obsoletas y contraproductivas. El saber materializado en la red no tiene más orden que el que le dé el buscador.
Para Serres, las nuevas tecnologías también han traído la posibilidad de una nueva democracia; todos tenemos voces en la telaraña, todos tenemos acceso al conocimiento y los alumnos empiezan a cuestionar a sus profesores, las enfermeras cuestionan a los médicos y los policías a sus superiores. En esta nueva democracia, Pulgarcita se relaciona en redes, es capaz de formar equipos, comunidades y asambleas y rehuye las sanguinarias guerras del pasado: “lo virtual, al menos, evita esta carnalidad”. La pluralidad será la regla, la red facilita las traducciones y las singularidades.
En definitiva nos encontramos con demasiadas ideas condensadas en un libro tan pequeño. Los interrogantes que surgen en su lectura son múltiples y las respuestas escasas. Michel Serres peca de cierta mistificación de las nuevas tecnologías y sobrestima, sin lugar a dudas, su alcance. Por regla general, nadie por el simple hecho de tener una biblioteca cerca de casa leyó periódicamente libros. De la misma forma, nadie por poseer un móvil o un ordenador con acceso a Internet se preocupa por saber, por ejemplo, en que consistió el existencialismo o de qué colores se pintó el Partenón. En un estudio realizado por Magdalena Albero, el uso de Internet como recurso de búsqueda de información estaba muy lejos de desarrollar la curiosidad, la capacidad de investigación y el razonamiento de los niños que no lo utilizaban. Los jóvenes ven en Internet otra herramienta para canalizar sus intereses.
A Michel Serres parece habérsele olvidado la piedra angular de la enseñanza y es que se aprende a aprender, como bien lo dijo Paul Willis en su día. Ningún niño de clase obrera, suponiendo que tenga acceso a Internet, buscará en YouTube la octava sinfonía de Franz Schubert si nunca en su vida ha escuchado la palabra sinfonía y, menos aún, cuando disparar a los aliens de la pantalla es mucho más entretenido. El conocimiento está sin duda ahí, pero hay que saber ir a buscarlo. También Serres parece haber olvidado a su compatriota Pierre Bourdieu y la importancia del origen social en el éxito del recorrido o rendimiento escolar, donde las diferencias de clase siguen muy vigentes.
Aún cuando a lo largo del libro se hace mucho hincapié en la diversidad en las aulas educativas, el concepto de Pulgarcita parece bastante constreñido y construido a imagen y semejanza de los estudiantes de universidad que llegan a las aulas en donde Serres es docente. Puede parecer que la Universidad es una institución bastante pluricultural, sobre todo en países como Estados Unidos, donde estudiantes de todo el mundo solicitan ingreso en sus universidades. Aún así no podemos olvidar que la segregación racial en las aulas es incuestionable, sobre todo en la primaria y secundaria, tanto en Estados Unidos, como en España.
Pero no todo son críticas para este libro. Serres toca puntos interesantes, como es el caso de la disociación entre nuevas tecnologías y escuela. Los remedios propuestos hasta ahora han sido chapuzas ineficaces, como puede ser la introducción de retroproyectores en las aulas, o una asignatura sobre manejo de ordenadores, sin dejar realmente que la institución se impregne de las denominadas TIC’s. De la misma forma, la enseñanza no ha perdido la intención de acumular conocimientos que los estudiantes nunca pondrán en práctica y cuyo interés para su desarrollo intelectual es dudoso. Como bien cita Serres a Montaigne: “Más vale una cabeza bien hecha que bien llena”.
Lamentablemente no estamos condenados, como dice Serres a “volvernos inteligentes”. Atribuirle a las nuevas tecnologías la capacidad de culturizar a las masas, mejorar las instituciones y hacernos superhumanos es una trampa necesaria a evitar. No es por caer en el cliché del negativismo académico pero tanta visión positiva y esperanzadora reunida en un centenar de páginas levanta la sospecha.
“Estos niños viven, pues, en lo virtual. Las ciencias cognitivas muestran que el uso de la Red, la lectura o la escritura de mensajes con los pulgares, la consulta de Wikipedia o Facebook no estimulan las mismas neuronas ni las mismas zonas corticales que el uso del libro, de la tiza o del cuaderno. Pueden manipular varias informaciones a la vez. No conocen ni integran, ni sintetizan como nosotros, sus ascendientes. Ya no tienen la misma cabeza.”
Resumen capituloo por capitulo del libro de Michel Serres.
Resumen animado muy interesante y muy didáctico visualmente para entender a esta nueva generación. Dejándonos las siguientes dudas:
La sociedad y la escuela no son lo mismo?
La tecnología cambió nuestra vida?
La sociedad cambió por culpa de la tecnología?
Filósofo e historiador de las ciencias, miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes y de la Academia Francesa. (Agen, Lot-et-Garonne, Francia, 1 de septiembre de 1930- París, falleció el 1 de junio de 2019). Filósofo, historiador de la ciencia, profesor universitario, académico, romanista e historiador. Tuvo amistad con Michel Fo
Filósofo e historiador de las ciencias, miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes y de la Academia Francesa. (Agen, Lot-et-Garonne, Francia, 1 de septiembre de 1930- París, falleció el 1 de junio de 2019). Filósofo, historiador de la ciencia, profesor universitario, académico, romanista e historiador. Tuvo amistad con Michel Foucault cuando ambos enseñaban en la Universidad de Clermont-Ferrand.
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